Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Argentino Galvan - Biografia - 15 de febrero de 2012

Argentino Galván
Argentino Liborio Galván nació en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) el 13 de julio de 1913 y murió en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1960. En mi libro Conversando tangos (1976) escribí: «Los Astros del Tango eran siete: Elvino Vardaro y Enrique Mario Francini, en los violines; Mario Lalli, en la viola; José Bragato, en el cello; Rafael del Bagno en el contrabajo, Julio Ahumada en el bandoneón y Jaime Gosis, en el piano. El octavo Astro -la octava maravilla del mundo- era el arreglador Argentino Galván». Lo suscribo veinte años más tarde (1998).
El estudioso Gaspar J. Astarita, chivilcoyano también, ha recogido en un notable librito (Argentino Galván, Chivilcoy, 1977) los rasgos biográficos de este músico impar. Nos dice que a los 12 años comenzó a buscar su destino musical; que estudió violín (y la música necesaria para tañerlo) con la profesora María Luisa Reyes; que prestamente se entreveró en la música local y en 1931 formó su propio sexteto; que Alfredo Gobbi y Luis Cantore, de gira por aquellos pagos, lo estimularon a largarse a Buenos Aires; que ya por entonces se convirtió en un autodidacto del arreglo; que en 1932 Osvaldo Fresedo le tocó su primer tango llamado Mariposa y que, ya en Buenos Aires, recaló en la famosa pensión "La Alegría" (Salta 321) donde compartió manteles e ilusiones con Enrique Mario Francini, Julio Ahumada, Armando Pontier, Antonio Ríos, Héctor Stamponi, Alberto Suárez Villanueva, Emilio Barbato y otros caballeros del ensueño.
Poco a poco los sueños se fueron realizando. En 1937 Galván se hizo cargo de los arreglos de la orquesta de Miguel Caló. Allí tocaba un virtuoso del violín, Raúl Kaplún, y Galván lo aprovechó para liberar al instrumento de su rutina de cantor de melodías de modo que pudiera desarrollar todas sus posibilidades sonoras. Creo haber dicho ya que cabría preguntarse si la década del cuarenta no comenzó con el primer solo de violín que Galvan confió a Kaplún. Desde el trampolín de la orquesta de Caló no le fue muy arduo al chivilcoyano lanzarse a la fama. No carecía, ciertamente, de prestigio propio: no en vano Roberto Maida le habría confiado la dirección de la orquesta a la que me refiero en la semblanza de su par Héctor Artola.
Para conocer a Galvan no hace falta detenerse en sus actuaciones. Es más útil memorar los arreglos de la versión Troilo/Marino de la Milonga triste de Piana, de la versión Troilo/Rivero de Sur y de otros centenares destinados a orquestas de variada titularidad. Astarita recuerda los de Tigre viejo, para Francini-Pontier; El día de tu ausencia, para Fresedo; Rosicler, para José Basso; Adiós Bardi La Beba para Pugliese. Permítase agregar Recuerdos de bohemia, para Troilo (dos caras de un 78, 1946), del que en mi Crónica General de Tango (1980) digo: «Con la versión Galván/Troilo de Recuerdos de bohemia culmina el tango música, culminan los esfuerzos tesoneramente sistematizados por Julio De Caro. Allí, si no concluye el tango, comienza al menos la disputa».
De lo mucho que cabría agregar no deben olvidarse las 34 ilustraciones sonoras que preparó Galvan y dirigió para la Historia de la Orquesta Típica (disco y folleto) de Luis Adolfo Sierra y al menos los nombres de dos de sus composiciones: la Milonga con traje nuevo y la también milonga Pa que trabaje el grandote, con lucimiento especial del contrabajo, que anticipa Contrabajeando, de Troilo y Piazzolla.

Ortega y Gasset dijo que el hombre es sus ideas. Conozcamos al hombre Galvan a través de lo que pensaba acerca de los arreglos del tango: «El tango admite perfectamente la incorporación de nuevos timbres instrumentales, especialmente las maderas, la flauta (ya familiar), el clarinete, el oboe, el fagot. Y algún metal, como el corno. Además la percusión, de cuyo concurso no puede prescindirse. Todo esto sin desplazamiento de las cuerdas, ni del bandoneón, que es la voz instrumental del tango».